Teatro Nacional se sacude de las críticas a proyecto de restauración por $35 millones
Geovanny Jiménez S. Efusivo, pero didáctico, Fred Herrera sacó más de 3 horas para explicarle a los lectores de CulturaCR los detalles del proyecto de restauración del Teatro Nacional que ya tiene un préstamo aprobado por el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) por $31.3 millones.
El proyecto…
A ese monto se le suman casi $4 millones de contrapartida que el Teatro Nacional ya ha estado invirtiendo para realizar los planos y elaborar el proyecto, lo que suma poco más de $35 millones.

Ese monto financiaría –si es aprobado por la Asamblea Legislativa- un trabajo de restauración estructural por poco más de $21,2 millones para reforzar la vieja tramoya de madera que sostiene todo el entramado de cuerdas y demás aspectos que conforman los entre telones del escenario principal.
Además, con una inversión de $8,2 millones se busca construir un edificio nuevo detrás del Teatro Nacional, donde ahora está la Sala Vargas Calvo y algunas oficinas. Dos edificios serían demolidos para un nuevo “Centro Cultural Vargas Calvo”, que albergará las oficinas y bodegas, así como la nueva sala de teatro de cámara, de manera que se eliminarán del edificio principal muchos espacios administrativos que entorpecen la labor artística, según Herrera.
El resto del dinero se va en $4 millones de “otros componentes presupuestarios” y un $1 millón para la interconexión entre los dos edificios.
Los desmentidos sobre la restauración propuesta
Según Herrera hay varias cosas no ciertas o inexactas que dicen los opositores al proyecto. Empezó haciendo énfasis en que “de ninguna forma la tramoya será cambiada por otra más moderna ni modificada”.

La idea que expuso establece, grosso modo, continuar una estructura de 4 columnas gruesas de metal (“un exoesqueleto”, en sus palabras) con raíces propias en el suelo para dar soporte a todo el sistema artesanal de tramoyas, que contiene el peso de toneladas de equipos de luces, la concha acústica y demás formas del escenario.
“Hay una cuestión helicoidal hacia lo profundo de estos pilares para formar un gran rectángulo de metal por encima de la tramoya, que es una recomendación del ingeniero estructural Jorge Gutiérrez en 1993 para quitar peso a las paredes de ladrillo en un edificio que suma la altura de uno que tendría 5 pisos”, explica Herrera.
Esta obra había sido empezada en la administración de Adriana Collado, con las cuatro columnas metálicas que llegan hasta el escenario, pero deben ampliarse hasta la tramoya, más arriba.
Después del daño por causa de los terremotos de Alajuela en 1990 y de Limón en 1991 la recomendación de Gutiérrez se hacía urgente. El teatro estuvo cerrado precisamente desde 1991 hasta 1993 por los daños a partir de los sismos de esa época.
Según el jerarca actualmente el problema es que las tramoyas se sostienen de las paredes originales del edificio, que son de mampostería –sin refuerzos metálicos internos-, es decir, que actualmente están ejerciendo una presión indebida a un edificio que tiene 120 años de existencia.

Por otra parte, el director insiste que no es cierto lo del “falso histórico”, porque en realidad toda la estructura ha sufrido cambios necesarios a lo largo del tiempo, para darle funcionalidad. “Por ejemplo, el piso más antiguo del escenario que era de madera fue reemplazado por esta estructura de metal hace unos años”, indica.
Expresa también el nuevo soporte de la tramoya es un trabajo no visible para la gente, por lo que no afecta la visualización del patrimonio.
“En 120 años ha tenido una gran cantidad de transformaciones, no se puede decir que el teatro no se haya movido en esos años, hay una línea de tiempo con enorme cantidad de cambios”, agrega.
Expresa que la idea no es nueva: “Yo me engarzo en el proceso de cambios que viene desde la época de don Samuel Rovinski y que pasa por otros directores”.
Acusaciones en redes sociales dicen que se pretende romper una parte de los palcos para hacer salidas de emergencia, sin embargo, Herrera –de manera contundente- niega esa posibilidad: “Eso fue algo que consideramos en algún momento, pero hemos cambiado de opinión: no vamos a tocar ni un centímetro de esa parte”, afirma.

En cambio, siguiendo recomendaciones de Bomberos de Costa Rica y después de una simulación deciden eliminar una cantidad de butacas de la luneta (88 campos menos) para abrir un pasadizo más ancho al centro y a los lados, de manera que en una eventual emergencia la gente pueda salir más rápido.
“Hemos ido en un proceso de tomar conciencia, diagnosticar e investigar, entonces elaboramos hipótesis pero que han sido desechadas cuando corresponde producto de ese proceso”, añade.
“Una de esas hipótesis que sí hemos validado es que esto hay que sacarlo de aquí (en referencia a espacios llenos de objetos en mal estado), es decir, la seguridad para un edificio tan precioso como este es igual al vacío, queremos un vacío total, queremos sacar las bodegas y la administración de aquí”, sostiene.

Constatamos que ciertamente hay bodegas de utilería y oficinas compartiendo con los camerinos, vestuario y otros espacios operativos. Pero no solamente eso es evidente entre los estrechos pasillos del laberinto que conforma la parte de atrás del escenario principal, también se ven espacios con madera carcomida por el desgaste del tiempo y múltiples cambios de épocas diferentes (ver imagen).
Como parte del proyecto, asimismo, en 2016 se firmó un convenio con el ICE para realizar la restauración del tendido eléctrico. Aparte de ese trabajo, Herrera tiene claro que “todo debe ser sacado del edificio patrimonial para, también, eliminar la sobrecarga eléctrica”.

El tema de la seguridad ocupacional es central en la necesidad del trabajo a realizar y que Herrera define como un parte aguas, “sin más parches”. Calor, polvo y condiciones difíciles dejan ver un entorno de trabajo difícil para quienes manejan y transmiten de generación en generación el conocimiento de cómo operar ese peculiar entramado de cuerdas, telares, motores, paredes, la concha acústica rústica (“hechiza”, como la define el director) y más partes que definen toda una tradición.
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En todos los rincones del teatro se pueden presenciar los cambios que ha recibido el inmueble al pasar de los años, diferentes materiales producto de la tecnología de cada época, hablan de un edificio que no es, del todo, una obra impoluta.
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