¿Pensar sin palabras? Hoy cerca de las 4:30 am, hora costarricense, el insondable Alejandro Jodorowski escribió algo que me inquietó de nuevo, algo que ha sido recurrente en mis reflexiones sobre el lenguaje, la epistemología y la existencia misma.
Escribe el maestro:
“Poco a poco, con el paso de los años, me he ido desmontando de ese caballo mítico que llamamos lenguaje articulado. Nuestra civilización desde pequeños, nos ha acostumbrado a mantener el cerebro lleno de palabras, insistiendo en que ellas son la realidad. Creo que ese ruido cerebral es útil no como la obtención de la verdad, sino como un tenedor y un cuchillo para dividir nuestras sensaciones y deseos bañados en una salsa de sentimientos para conquistar la realidad. Tratemos hoy de pensar sin palabras.”
Después hace su propio ejercicio de pensar sin palabras. Y ese reto no es cualquier reto, es un reto cuántico, es una especie de magia de una suprema importancia para los Homo sapiens sapiens, los que sabemos que conocemos. Es epistemología pura. Una maravilla para las neuronas, como fumarse un puro de marihuana para un adicto o algo así, la verdad no sé.
Entonces, ojo, lo importante para los escritores sería medir qué tanto podemos pensar sin palabras, si eso fuera posible, ¿qué no haríamos con ellas, teniendo conciencia de que ellas son solamente una herramienta y lo que pensamos es mucho, pero mucho, pero mucho, más?
Algunos dirán, según su concepción o visión del mundo, que es la misma esencia de una relación con Dios o con la energía fundamental de la creación o con el Universo como un todo integral. Entre otras percepciones que ya existen y se difunden como pan caliente en la mañana.
Pero no me refiero a eso. El mismo Jodorowski dice: “Entro en el absoluto centro que llamamos silencio espiritual”. Y ahí entonces como su propia experiencia de meditación personal se pregunta y se responde: “¿Qué contiene la Vida ? Contiene el Amor absoluto, Amor que es el aire que sorbemos, porque lleva a nuestros pulmones el inmenso grito de Vida que es cada secundo del Tiempo eterno. Este silencio convierte a mi boca en templo y en universo”.
Y, sin embargo, para expresar todo eso, pues él usa las palabras.
Es decir, finalmente pensar sin palabras es una experiencia propia de cada quien, cuando cierra los ojos y se deja llevar hacia sensaciones, emociones, visualizaciones, percepciones, sentimiento, razonamientos, imaginaciones o ensoñaciones que no puede describir, explicar o exponer con exactitud mediante el uso de las palabras.
Lo espléndido de este asunto es que las personas pueden pensar sin palabras y lograr muchos avances, mucha evolución y transitar incluso por espacios que podríamos denominar, mientras no haya mejor palabra, cuánticos. Y, después de ese alcance, regresar y e intentar poner las palabras que tenga a su haber para transmitir lo que descubrió, conoció o vivió.
Un escritor es, ante todo, un pensador. Y si además es un “pensador cuántico”, es previsible que su obra sea mejor, más íntegra, más lograda, más profunda en la sencillez, más un todo en las partes, más un oxímoron de sí misma.
El escritor requiere pensar los asuntos sin la necesidad de primero ponerles palabras, sin ese impulso de armar un esqueleto o una estructura o una forma cualquiera. El escritor, deseablemente, primero piensa, explora, medita, se deja ir, sueña, le permite al subconsciente manifestarse, deja a la intuición darle pistas, pone a prueba siempre a las ideas.
No son las palabras lo que definen lo que somos, son los pensamientos que tratamos de interpretar con palabras, pero eso es algo que muchas veces dejamos en el olvido, por la misma desesperación de escribir, crear, publicar, destacar o simplemente de expresarnos. Incluso nuestra urgencia por expresarnos puede atender primero a la escucha activa, a los silencios, a las neuronas en su mágico juego de impulsos eléctricos más allá de lo que sabemos con la ciencia actual.
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