Análisis electoral. En 1998 se dio la última elección del bipartidismo costarricense y se enfrentaron Miguel Ángel Rodríguez contra José Miguel Corrales, con un saldo favorable hacia el primero. Terminaba el gobierno de José María Figueres Olsen y el descontento se venía incubando.
Algo que aprendimos de la historia
En el 2001 fue fundado el PAC y sus colores recogieron el desencanto social por el tema de la corrupción, los problemas de gobernabilidad y una molestia creciente contra los dos partidos tradicionales. Solamente un año después de su fundación, algo inédito en ese tiempo, el PAC crecía mágicamente en las encuestas y provocó por primera vez desde 1932 una segunda ronda electoral. Abel Pacheco del PUSC tuvo que medirse contra Rolando Araya Monge del PLN en el balotaje, porque en la primera se quedó con un 38,6% de los votos, ya que Ottón Solís Fallas del PAC había alcanzado 26,2% y les quitó, al parecer, votos a ambos.
Después vinieron los escándalos de corrupción del PUSC, las detenciones de los expresidentes Calderón Fournir y Rodríguez Echeverría. La debacle PUSC condujo a una gran cantidad de votante a considerar dos opciones: apoyar el PAC o declararse a partir de ese momento como agentes libres con un voto crítico. En 2006 Ottón Solís sumó todo ese caudal y estuvo muy cerca de ganarle a Óscar Arias en su segundo mandato. Solís logró un 39,8% frente a un 40,9% de Arias; solamente 18 mil votos de diferencia.
En esa elección, es curioso, Otto Guevara logró 8,5%, Toledo del PUSC un 3,5% y Álvarez Desanti con un partido suyo fundado fuera del PLN alcanzó un 2,4%. El PUSC estaba prácticamente muerto y enterrado, según algunos pitonisos del momento, sobre todo porque en la siguiente elección alcanzó una cifra similar de 3,9% (con Fishman, “el menos malo”). Pero ya vieron, las cosas empezaron a cambiar y para 2010 algo quedó claro: el PLN se confirmaba como la única fuerza con un arraigo de base fuerte. Apostaron por una mujer y el resultado fue contundente en primera vuelta: casi un 47% de los votos. Solís quedó otra vez en segundo con 25% y luego declaró que no sería más candidato, porque el mensaje había sido claro de parte del pueblo. Guevara llegó al casi 21% en esta elección en tercer lugar, mucha gente abandonó a Solís por la opción más liberal económica.
Hasta aquí la historia parece confusa, pero en realidad está empezando a ser bastante clara. El caudal electoral que apoyó al PUSC durante muchos años empezó a fraccionarse en varias fuerzas, se convirtió en un voto más crítico, sin partidismo ni colores políticos o ideológicos. De alguna manera había un “bipartidismo” sui géneris, porque eran los liberacionistas de hueso colorado (partidistas) contra el resto de los votantes.
PLN también se desgasta
Pero algo más estaba por pasar: el PLN también arrastraba corrupción (más disimulada y encubierta) y reiterados errores de bulto en sus gobiernos. Así fue como una buena parte del otrora liberacionista orgullo empezó a perder la ilusión y algunos líderes incluso empezaron a salirse del partido para fundar otras casas, como ya lo había hecho Ottón Solís, Araya Monge, Álvarez Desanti, Coto Molina, Mariano Figueres, Luis Guillermo Solís, Alberto Cañas y otros. El PLN se desgranó pero quedó la base arista, junto a una porción arayista (ligada al alcalde Johnny Araya) y otras fuerzas menores. Las desunión se reflejó en el mismo gobierno de Chinchilla, que terminó con una popularidad bajísima. El PLN no iba a lograr su tercer mandato, porque además la tradición costarricense así lo establece casi como una regla infranqueable.
Usted conoce lo del 2014, cuando Luis Guillermo Solís gana en primera y segunda rondas, frente a un Johnny Araya errático que abandonó en el balotaje la contienda, pero que aún así logró reunir en la primera elección un 29,7% de los votos. Aquí surge la figura de José María Villalta con un 17,3% de votos obtenidos, seguido por Guevara con un 11,3%. De la mano de Rodolfo Piza, el PUSC logra subir a un 6% y aquel partido parecía que de nuevo tenía un segundo aire, sobre todo porque logró 8 diputados en esa elección. Muchos creyeron que los más de un millón de votos que atrajo Solís Rivera en la segunda vuelta eran posibles para el PAC y hasta hablaron de la posibilidad de un nuevo bipartidismo PLN-PAC. Pero eso era equivocado y siempre ha sido absurdo, solamente para alimentar miedos de las campañas sucias.
En el 2014 se empezó a confirmar un caudal electoral que ya no tenía partido, ni le interesaba tenerlo, desencantado por los partidos tradicionales (PUSC y PLN). Ese grupo de gente crecía rápidamente, pero nunca se inclinó ni se emocionó por aceptar y defender una divisa política. Y eso se evidenció con los altibajos de Otto Guevara y su Movimiento Libertario y José María Villalta y el Frente Amplio, dos candidatos que se convirtieron en alternativos, logrando terceros y cuartos puestos, pero sin posibilidad de alcanzar la presidencia.
Con el Cementazo, una construcción mediática desde periódico digital financiado por intereses de grandes empresarios nacionales que manejan monopolios y oligopolios multimillonarios, mucha gente pensó que era el fin del PAC, muchos hablaron “del entierro del PAC”. Desde 2010 dicen lo mismo en todas las elecciones. Lo inédito fue entonces que en las últimas dos semanas emergiera la figura de Carlos Alvarado y, contra todo pronóstico, lograra pasar a segunda ronda y ganar contundentemente 61% vs 29% frente a otro emergente, Fabricio Alvarado. En 2018 empezó la historia de los partidos y candidatos emergentes, que con el éxito del PAC se entusiasmaron y empezaron a percibir que los electores desde hacía rato ya no tenían partidismo.
Un voto sin partido en contra de…
En efecto, ni los votos de Luis Guillermo Solís en 2014, ni los votos de Carlos Alvarado en 2018, fueron parte de un caudal electoral que usualmente prefería al PAC. No, fueron parte de un caudal electoral que ya había decidido NO tener partido y votar principalmente por una persona candidata desde 2010, a excepción de los liberacionistas, que vieron mermar ostensiblemente su base partidaria hasta un 20-25% (luego de superar el 40% necesario para ganar en primera ronda). En 2018, el nuevo hito del triunfo PAC volvió a dejar claro que la gran mayoría de los costarricense venían votando contra el PLN y, en 2018, contra un enemigo emergente que, por su carácter extremista y conservador, significa una amenaza para la gran mayoría.
Entonces el nuevo hito nació: “el voto en contra de”. Toda esa masa de electores contra el PLN fue funcional para el PAC durante varios años, como lo fue en 2018 que esa masa tuviera claro su voto contra Fabricio Alvarado y el extremismo religioso. Sin embargo, en el 2022 la cosa cambió. La gente se cansó del PAC, los ataques fueron indiscriminados desde varios grupos afectados por la labor de los dos gobiernos PAC y con Carlos Alvarado no hubo defensa alguna: “No me importa el costo político”, dijo varias veces. Y ese costo se confirmó, porque el PAC apenas logró 13.800 votos, un 0,7%, logro otro hito aunque terriblemente negativo. Volvió la regla de que nunca 3 veces un partido puede gobernar Costa Rica y eso dejó claro que el PAC no sería alternativa en esta oportunidad contra las nuevas amenazas: otra vez el PLN con Figueres Olsen y su estela de corrupción propia y partidaria, así como el evangélico extremista que de nuevo lo intentaba con su propio partido. Dos amenazas provocan más indecisión en la población y el voto se decantó hasta el último momento.
La gente sacrificó al PAC (ni para diputados le ayudaron) y se repartió timoratamente entre al menos 3 alternativas (estudio del CIEP): Rodrigo Chaves, Eli Feinzaig y José María Villalta. Pero aunque parezca mentira también algunos votos se fueron por Lineth Saborío y José María Figueres, claro que la mayoría de esos votos habían sido prestados para el balotaje 2018. Nunca existió el voto progresista pro PAC, pero sí existía un voto anti-amenaza actual o “el voto en contra de”. Villalta no levanta de su histórico 17% en 2014 porque su partido tiene poses de izquierda que asustan a la población, pero tampoco lo logran los liberales que, con la caída de Otto Guevara, ahora se inclinaron por Feinzaig, principalmente. En Costa Rica no existe el voto ideológico en las masas, solamente es visible en proporciones pequeñas, como quienes votan por el PAC por progresismo o por el Frente Amplio por ser de izquierda progresista, o quienes votan por Guevara, Feinzaig u otro por liberalismo económico; son los extremos del espectro ideológico. No obstante, en 2018 surge un fenómeno ideológico: los conservadores religiosos, quienes encuentran alguna cohesión con el candidato Fabricio Alvarado.
Para 2022, entonces, había tantos “votos en contra de” que al final se repartieron de manera extraña (ver resultados finales aquí). El crecimiento de último momento de Feinzaig casi saca de la contienda a Chaves, a quien lo salvó la caída de último momento de Saborío. Algún voto indeciso incluso al final favoreció a Figueres, quien también creció. Las amenazas principales eran Figueres y el PLN, así como Fabricio Alvarado y el evangelismo extremista. Y como el PAC ya no era opción y Saborío había demostrado no ser competente, entonces la masa de indecisos terminó por apoyar dos emergentes: Rodrigo Chaves y Eli Feinzaig. Chaves desplazó a Alvarado y Feinzaig (por 21 votos) a Saborío, mientras Villalta se quedó quinto. Para muchos incluso Saborío era una amenaza por el mal desempeño de sus diputados en 2018-2022, pero igual terminaron por darle 11 diputados, muchos más que los 6 de Feinzaig (quien obtuvo la misma cantidad de votos para presidencia).
Votos prestados
Si Chaves, Feinzaig o Villalta piensan que esos votos obtenidos son suyos, fieles, solo tienen que mirar lo que le sucedió al PAC. Es difícil saber con certeza cuánta base partidaria dura tienen los partidos, pero quedó claro que la del PAC, como la del Frente Amplio, es muy pequeña, quizás de un 1-3%. La del PLN sigue siendo la más notable con al menos un 17-20% (desde Álvarez para acá) y la del PUSC ronda el 12-15% (desde Piza para acá). Sin embargo, el PLN -como vemos- tiene alguna preferencia suave que puede hacerle llegar hasta el 30% (desde Araya para acá) y el PUSC necesita un buen candidato, porque podría volver a su base del 3-4% que tuvo antes de Piza. Verdad de Perogrullo: la gente ya no vota por partidos.
Ahora bien, para concluir, antes de Fabricio Alvarado y su Nueva República, en la elección de Luis Guillermo Solís en 2014, al iniciar la contienda los indecisos rondaba el 70%, un dato que fue similar en 2018 para la elección de Carlos Alvarado. Normalmente, las encuestas serias empiezan con ese dato, pero esta vez empezó en un 53% según la del CIEP en agosto de 2021. El restante 47% se lo repartían entonces Figueres, Saborío y Alvarado. No obstante, para esa misma fecha, un 77% declaraban no tener preferencia por partido alguno. Curiosamente, el 23% se repartían entre el PLN, PUSC y PAC. Los seguidores de Fabricio aún no se reconocían como parte de un partido que, de paso, había fracaso en las elecciones municipales. Similar pasa con Villalta, que tiene muchos más seguidores que el partido Frente Amplio mismo.
Así los datos nos confirman una y otra vez que cada día hay menos partidistas, que son más volátiles (pueden cambiar de partido fácilmente) y que votan por razones varias, pero principalmente por algo que las encuestas aún no miden: contra una amenaza. Y eso se estaría también configurando en la segunda ronda de la elección de abril de 2022, donde Rodrigo Chaves estaría ganando con José María Figueres, porque la gran mayoría, según el estudio de panel del CIEP, de quienes votaron por otros partidos se inclinan por Chaves, porque la amenaza era evidentemente Figueres Olsen. Y, por esa razón, lo más probable es que el próximo presidente de Costa Rica sea Rodrigo Chaves Robles.
Según ese estudio todos los votantes que antes votaron por el PAC son agentes libres y nada impide que más adelante vuelvan a votar por el PAC (o por otros partidos emergentes o conocidos), siempre que la propuesta no sea amenazante, sea factible y tenga oportunidad de vencer a cualquier amenaza extremista. Por eso hablar de la muerte del PAC es tan ridículo como haber hablado de la muerte del Frente Amplio cuando apenas logró un 0,8% en 2018, o del PUSC cuando apenas alcanzaba un 3,2% teniendo una base partidaria tan grande solamente unos años antes.
Finalmente, es necesario tener claro este dato: cerca de 6 de cada 10 votos de Carlos Alvarado en el balotaje de 2018 se fueron esta vez por Chaves, Feinzaig y Villalta. Los otros 4 serían del PLN y PUSC prestados para vencer a Fabricio Alvarado. Es decir, la mayoría de los votos del PAC en 2018 se fueron por dos fuerzas emergentes nuevas y un viejo conocido que usualmente le riñe votos de centro-izquiera al PAC. ¿Fueron esos votos prestados a Chaves y Feinzaig esta vez? Posiblemente, todo dependerá en buena parte de su desempeño y del desgaste que tendrán (y que el PAC no tendrá para revitalizarse). Yo diría que todos los votos son prestados, ninguno le pertenece a ningún partido, es realmente simple, pero también es claro que son votos con inclinaciones muy particulares, una de ellas el ser un “voto en contra de”.