Lo que hemos de valorar en la segunda ronda ◘ Voz propia

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OPINIÓN. Por María Flórez-Estrada Pimentel. Antes de la primera vuelta de las elecciones, me referí al peligro de votar a favor de quienes promocionan discursos de suma cero, es decir, de “todo o nada”, porque esto implica que el ganador intentará imponer su concepción del bien a quienes pierden.

Este peligro no ha pasado. La propuesta del candidato Rodrigo Chaves consiste, precisamente, en buscar eludir los controles democráticos de la Asamblea Legislativa y del Poder Judicial para fabricar mecanismos autoritarios a su medida en la forma de referéndums.

La idea de gobernar mediante referéndum en temas como los derechos humanos, las pensiones o los impuestos -además de ilegal, como ya se ha expuesto-, manifiesta de un modo explícito una voluntad autoritaria, propia de personalidades que no aceptan límites o controles y que no son, por tanto, confiables.

Así lo demostró este candidato con su conducta de acoso sexual en el Banco Mundial; así lo probó en su desempeño como ministro de Hacienda, cuando el presidente Carlos Alvarado, quien le dio su confianza, debió pedirle la renuncia.

A esto se suma el hecho de que todavía no sepamos realmente quiénes lo financiaron y auparon -lo cual es investigado por el Tribunal Supremo de Elecciones-. La falta de transparencia es característica del autoritarismo. Añádase que su candidatura usó de trampolín la fama de una periodista que se prestó a ese juego a cambio de una curul en la Asamblea Legislativa y que -impactantemente- ha hecho suyo un discurso agresivo contra los medios de comunicación. A pesar de lo anterior, como bien sabemos, actualmente existen en nuestro país abundantes razones y sinrazones por las cuales una opción así podría terminar gobernándonos. Por un lado, dado el machismo reivindicado que implica la minimización del acoso sexual y el consiguiente desprecio por el valor de las mujeres, este candidato podría tener el apoyo del electorado que se caracteriza por ser culturalmente conservador. Además, le darían su respaldo grupos como los antivacunas, los que se oponen a las restricciones sanitarias y demás votantes que no aceptan límites ni controles.

Pero este candidato también podría beneficiarse de los votos de castigo, revancha o cansancio con los partidos tradicionales, de quienes están en descontento con el abandono o la inoperancia del Estado.

Es decir, que los votos a su favor podrían repartirse de la derecha a la izquierda del espectro político.

Para estos potenciales simpatizantes, Chaves y su ahora diputada electa ofrecen promesas -incumplibles- de resolver con actos de magia -con actos de referéndum- los problemas nacionales de larga data y que requieren de negociación, de paciencia y de un uso más responsable de las finanzas públicas. El sistema democrático costarricense cuenta con los mecanismos suficientes para realizar los cambios necesarios para mejorar la vida de las personas. Esto debería llevar al otro candidato, José María Figueres, a comprometerse públicamente a promover la aprobación de aquellos proyectos presentados por los distintos partidos políticos -que buscan cerrar los portillos a la corrupción, a la evasión fiscal y a otros abusos en distintos ámbitos- y que lleven a mejorar el bienestar general. Este es el tipo de alianzas que deben darse de cara a la segunda vuelta y no más intercambios de puestos a costa de los valores democráticos y del respeto hacia la dignidad de las mujeres.

Frente a los cambios que son necesarios y que podrían beneficiar a unos grupos y afectar a otros, la clave de la democracia está precisamente en que los distintos sectores, representados en la Asamblea Legislativa porque fueron escogidos directamente por la ciudadanía, negocien las mejores salidas.

Quienes llegan al parlamento no son “un grupito de políticos” que deciden el destino del país, como dijera de modo tan negligente la ahora diputada electa del grupo de Chaves. Están allí porque la población lo decidió mediante su voto. Más bien, si cayéramos en la “democracia directa” de referéndums hechos a la medida -como pretende ese candidato- sí sería un grupito quien le impondría al resto del país sus intereses y creencias.

No nos engañemos. Un voto por Chaves en la segunda ronda es un voto que amenaza al Estado de derecho y a la democracia costarricense. Por eso mismo, el voto nulo, en blanco o el abstencionismo, tampoco son una opción.

Nos guste o no el otro candidato, su partido juega con las reglas democráticas y está en constante escrutinio por el público y por los medios de comunicación, que exponen sus aciertos y desaciertos. Para lo bueno está la historia y para lo malo están los mecanismos formales de la justicia y el ojo crítico de la prensa indepediente, de la ciudadanía y de la propia Asamblea Legislativa.

En la segunda ronda, no debe recorrerse el camino fácil y corto de dejarse llevar por estribillos que apelan, una vez más, a la bravuconada. Valoremos lo que tenemos y escojamos votar con la razón.


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