OPINIÓN. Cuando uno escucha o lee comentarios donde pareciera que se trata de dos chiquillos diciéndose “lero, lero, la bola es mía”, se le hace inevitable pensar que detrás de eso hay una expresión cultural no tanto de infantilismo político, sino de tercermundismo en nuestra cultura política.
La politiquería es la expresión más evidente de ese tercermundismo y se puede encontrar en múltiples manifestaciones que hoy las redes sociales -principalmente Facebook- alimentan para su propio negocio comercial.
Cuando hace muchos años escribía un pequeño ensayo que titulé “Los 6 hábitos culturales del costarricense que todos desprecian” (luego pasó a ser un capítulo de mi libro “Así somos los ticos”, Editorial CulturaCR), pensaba que aquellos hábitos también eran actitudes y comportamiento que se podían observar en la política doméstica. En efecto, cada una de esas expresiones son habituales de la politiquería más baja de nuestro país.
El serrucha pisos, figura “insigne” de esa idiosincrasia tan nuestra, es por excelencia el manifestante principal de esa pobreza cultural que no nos permite avanzar ni crecer. La mezquindad con el trabajo destacado de los demás es, precisamente, una forma en que funciona ese tradicional serrucha pisos y se asienta, normalmente, muy bien como funcionario en el estado, aunque claramente en el sector privado también, pero con más discreción.
Nuestra sociedad horizontal, bastante buena para mantener democrática y fuerte a la clase media en algún momento, se convirtió con el tiempo en una limitación mental y cultural. Creo que fue Abelardo Bonilla quien dijo en algún momento que Costa Rica es tan horizontal que si alguien intenta levantar la cabeza por encima del común, se la cortan de inmediato.
Y las formas más clásicas para cortar cabezas que quieran destacar en el país, son el choteo, el puñal por la espalda y el berreo, siempre rebuscando cualquier cosa que esté mal con el esfuerzo de los otros. Siempre estarán la aguja en el pajar, el pelo en una deliciosa sopa o la comba del palo, donde la prensa y la opinión pública, así como los contrincantes y enemigos políticos, buscarán destruir el trabajo destacado de los contrarios o de los otros.
Y todo eso configura un tercermundismo que nos tiene postrados en una situación donde somos “un país subdesarrollado casi exitoso” (parafraseando al libro Leonardo Garnier y Laura Cristina Blanco). No podemos despegar, no podemos crecer, cuando a quienes hacen su trabajo con seriedad y responsabilidad se les ataca con vileza y mezquindad.
Recuerdo cuando un grupo de diputados, del PLN principalmente, en la Asamblea Legislativa rechazó un crédito con el Banco Interamericano de Desarrollo que le hubiera ahorrado al país un aproximado de $91 millones. Otro ejemplo son esas inservibles comisiones legislativas que supuestamente investigan, pero cuyo único propósito es linchar funcionarios y culparlos desproporcionadamente sin permitirles replicar.