Esto fue lo que dijo Rodrigo Chaves en la Corte Suprema de Justicia

Justicia en Costa Rica.
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Le compartimos el discurso del presidente Rodrigo Chaves en la Corte Suprema de Justicia, donde participó en la sesión de la corte plena que se realizó hoy por la mañana.

El discurso generó reacciones adversas en los diputados de la Asamblea Legislativa y varios sectores de la población por lo que definieron como presiones políticas indebidas e intención de hacer injerencia en el Poder Judicial, sin respetar la división de poderes.

Usted puede ser el discurso a continuación:

Buenos días,
Señor Fernando Cruz Castro, Magistrado Presidente de la Corte Suprema de Justicia
Señoras y señores Magistrados
Funcionarios del Poder Judicial
Señoras y señores,

Les quiero expresar mi agradecimiento por la invitación a hablar ante una institución hija de nuestros más queridos valores democráticos, la Corte Suprema de Justicia.

Ustedes son los altos jueces de una República ejemplar como es Costa Rica, garantes de la justicia. Me siento orgulloso de no tener que dirigirme a una junta militar que, sustentada en la estruendosa voz de las armas, hace uso infame del poder.

Costa Rica puede regocijarse al vernos juntos. Un mandatario electo democráticamente dirigiéndose a veintidós magistradas y magistrados elegidos por la Asamblea Legislativa en representación del pueblo.
Quiero pensar que la historia tiene un propósito especial para cada uno de nosotros al reunirnos, justo aquí y en este momento, en una situación de tomar las decisiones y de emprender las acciones que definirán el presente y el futuro de nuestra Patria.

Es un privilegio del que debemos hacernos dignos. Somos herederos de una historia maravillosa a la que debemos honrar y que nos extiende su mano generosa y nos llama a virar el timón de este barco sagrado de la Patria para sacarlo de la tormenta en que se encuentra y llevarlo hasta mejores puertos.

Estamos hoy aquí, a casi 200 años de un suceso que modificaría por completo la naturaleza y futuro de la patria: el 25 de enero de 1825 se concretó constitucionalmente la creación del Poder Judicial, cuando se promulgo la Ley Fundamental del Estado Libre de Costa Rica, que le atribuyo el ejercicio judicial a una Corte Superior de Justicia.

Durante 197 años, nuestro sistema judicial ha levantado, ladrillo a ladrillo, soportando las embestidas de los tiempos, una estructura sólida, sí, pero que hoy requiere pasar urgentemente por el crisol del cambio para mejorar la justicia en nuestro país. Eso no solo lo piensa el presidente de la Republica. Lo demanda el pueblo.

La corte ha hecho esfuerzos que merecen reconocimiento. La pandemia del Covid-19 obligó a la institucionalidad del país a un vuelco digital que permitiera seguir brindándole a la ciudadanía los servicios públicos, y el Poder Judicial no fue la excepción.

Las plataformas electrónicas que pusieron en funcionamiento evitaron, en gran medida, el desplazamiento de las personas usuarias a los edificios judiciales.

Según datos del Poder Judicial, a inicios de este año se tramitaron, vía digital, cerca de 428 mil notificaciones, 44 mil hojas de delincuencia, casi 1500 certificaciones de pensión alimentaria y 258 mil consultas de jurisprudencia, entre otros servicios. Todo esto, muy bien.

Por otro lado, tenemos que reconocer que el poder judicial consume cada vez más recursos de la sociedad, sin un claro progreso en el ejercicio de la justicia. Por ejemplo, el número de funcionarios del Poder Judicial por cada 100 mil habitantes pasó de 160 en el año 2000 a 251 en el 2018. Los presupuestos del poder judicial crecieron más de 12 veces en ese periodo. Este consumo de recursos no ha causado una mejora conmensurada con la calidad de los servicios que le otorga el poder judicial a la sociedad.

Sin embargo, los cambios que nos demanda nuestro tiempo van más allá de la indispensable y urgente mejora de gestión y eficiencia. Esos cambios, son más profundos y están más atados a la sagrada raíz de nuestro compromiso con la nación.

En la fachada frontal del edificio en el que hoy nos encontramos, aparece representada una imagen icónica que todos conocemos. Firme y segura, su mano izquierda sostiene la balanza de la imparcialidad, su mirada en alto, su postura robusta, con su inamovible voluntad moldeada en bronce, se encuentra la Justicia.

Abajo, desplomado a sus pies, aferrado con todas sus fuerzas para no terminar de caer, pero sin empezar a levantarse, se encuentra el Pueblo. Pueblo que busca, casi suplicante, la mirada de una Justicia que no lo ve.

Justicia que desde la altura de su posición y la firmeza de sus brazos no abandona al Pueblo caído, pero aun así no baja la mirada para poder reconocerlo.

Señores y señoras, la lectura alternativa a la efigie emblemática de este edificio, más allá de una interpretación imaginativa, debe ser para nosotros un llamado por una resignificación de la imagen de la Justicia.

Ni el mejor esfuerzo por alcanzar la justicia, aunque nuestras acciones sean honestas y sinceras, podrá ser completo si desviamos la mirada de nuestro pueblo.

Ese pueblo maravilloso al que nos debemos, me encomendó el pasado 8 de mayo la responsabilidad histórica de dirigir este país en un momento crucial.

Yo le reafirmo a mis compatriotas hoy, con más convicción que nunca: ¡No desviaré la mirada! ¡El Poder Ejecutivo no desviará la mirada! Porque si el pueblo de Costa Rica deja de ser nuestro enfoque en la crisis que vivimos, aunque sea por un momento, este Gobierno encausaría la patria hacia destinos indeseados e indignos de nuestro país.