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Decía don Ricardo Jiménez Oreamuno, ex presidente de Costa Rica en tres ocasiones, que los costarricenses somos como las mulas, que cuando estamos al borde del precipicio olemos el peligro un instante antes para evitarlo y lo hacemos. Y puede ser que esto que diré aplique para eso y que ya la gente esté acudiendo a cumplir como corresponde.
Nuestro país ha sabido levantarse y sobre ponerse con inusual valor, esfuerzo e inteligencia ante las crisis y emergencias nacionales más extremas, desde catástrofes naturales como lo fue el Huracán Otto hasta amenazas ambientales como la minería a cielo abierto en Crucitas, entre otros.
En los momentos más emotivos y dolorosos, levantamos la bandera de la solidaridad y del frente común en contra de cualquier amenaza.
La crisis del coronavirus Covid-19, como hemos visto, requiere que nos quedemos en casa para romper las líneas de transmisión, no solamente para protegernos nosotros, sino para proteger a los demás y, particularmente, a la población más vulnerable (adultos mayores y enfermos de alto riesgo). Pero la gente ignora eso, o bien, le importa un rábano. Los primeros por apatía y los segundos por maldad, son responsables eventuales de otros dolores, sufrimientos e incluso muertes.
En Italia, España y otros países la experiencia nos dice que la gente se fue a la playa y aprovechó las libertades que dio el Gobierno para llenar bares y hacer fiestas. Las consecuencias llegaron en cuestión de días y ya las conocemos bien. Hoy estamos viendo lo mismo en Costa Rica, ayer en Barrio La California la gente hacía fila para entrar a los bares (visto en fotos) y la 27 estaba saturada por tramos con una caravana rumbo a la playa. ¿Queremos lo mismo para Costa Rica?
Hoy, pareciera que la politiquería tercermundista se está imponiendo en contra del mismo pueblo. El odio y el egoísmo de una parte de este pueblo, de esa legión de idiotas que ya tenemos identificados en nuestro ideario costarricense, se impone. La protesta necia que no respeta el conocimiento de quienes más saben, de las autoridades mundiales y nacionales en el campo, la protesta necia y politiquera de quienes insisten en gobernar a su modo aunque perdieron las elecciones, sin importar las consecuencias de ello y el daño a la población, es claramente el ejemplo de lo que hablamos.
He leído decenas de calificativos en redes sociales hacia ellos y ciertamente a muchos de ellos les importa poco si los ven mal o hablan mal de ellos, son como el espejo de esos políticos que gritan, hablan medio borrachos y despotrican contra cualquier esfuerzo con base en mentiras y especulaciones conspiranoicas, y poco les importa que el pueblo decente y trabajador, además de sensato, los desprecie. Piensan aún que así lograrán ganar ese pequeño segmento de personas que prefieren el odio y la destrucción.
¿O quizás esos políticos son el espejo de ese segmento de la población que prefiere actuar así, con odio y egoísmo, sin importarle nadie más, mucho menos la sociedad o el país?
Esto que decimos no es poca cosa: se trata de una actitud cultural, de un comportamiento social, de una forma de actuar que está calando en la población y puede causar mucho daño.
Hay gente muy mala detrás del incentivo de estas actitudes para provecho político y económico. Y no podemos, señores, construir un país fuerte, democrático y serio si seguimos haciendo caso de esa gente irresponsable y charlatana que rebusca e inventa lo que sea (memes falsos, textos sin fundamento científico, fakes o falsedades de todo tipo) con tal generar caos social en su beneficio. Repito: esas personas producen intencionalmente esas cosas para generar caos social en beneficio de su proyecto electorero, no tienen respeto ni les importa la vida y el beneficio de los demás. Cada vez que reproducimos mentiras ayudamos a que gente así crezca y destruya nuestro país.
Toda esa gente que se fue para la playa sin seguir las indicaciones de salud que emitió el país para protegernos del Covid-19 es, en principio y con el beneficio de la duda, gente que no tiene respeto por la vida y el dolor ajeno. Toda esa gente buscará excusas, rebuscará en su artesanal para retorcer la verdad y lo correcto, para poner pretextos y justificar que se merecen ese “viajecito”. Algunos dirán que imaginaron que no había gente, que el sol mata el virus, que están en playas alejadas, que siguen las medidas, que el virus no los mata y que es pura exageración, que debemos ayudar a los empresarios de turismo y qué sé yo cuántas más… Pero solo hay una certeza: si usted sale de casa colabora con la cadena de transmisión y podría estar transmitiendo la enfermedad en miles de lugares.
Mientras funcionarios de hospitales y Fanal redoblan esfuerzos para protegernos una legión de idiotas se fue para la playa. Entonces me pregunto: ¿Será que para hacer funcionar la democracia tienen que haber sacrificados trabajando para que imbéciles se vaya para la playa?
¿Será que en Costa Rica se tiene que actuar como lo hace Bukele en El Salvador o será que aún en este país no hemos perdido la sensatez y los mejores valores que nos caracterizan? ¿Será que el Gobierno debe quitar el teletrabajo de nuevo el lunes para responder a la gran irresponsabilidad de algunos?
Aún estamos a tiempo de rectificar. Aún estamos a tiempo de hacer lo correcto y aplicar la consigna máxima de la humanidad en este momento: #Yomequedoencasa.
Ya vendrá la oportunidad, dentro de dos semanas, de volver a la playa, de ayudar a los emprendimientos turísticos, de volver a bailar y abrazarnos. Pero ahora NO.
No conviertan este dolor humano en una Semana Santa de 3 semanas, ya no abusen más de sus privilegios en perjuicio de los demás. Esa actitud destruye los cimientos culturales y sociales del ser costarricense, de lo más valioso del ser costarricense.