¿El costarricense es víctima de sí mismo?

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Geovanny Jiménez S. | Opinión | Goebbels, ministro encargado de la propaganda nazi en plena II Guerra Mundial dijo: “Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá”. Maquiavelo escribió todo un tratado del “buen gobierno” que muchos han pretendido resumir en “el fin justifica los medios“. Y más recientemente, escuchamos frases cínicas como aquella que reza “no importa que hablen mal de mí, pero que hablen“.

Todo eso lo entiende -o al menos lo intuye- el nicaragüense Alí Montenegro, quien no es el primero -ni el último- en desnudar no que Costa Rica tenga 5 u 8 playas y otras “estadísticas” absurdas, sino que Costa Rica tiene un chauvinismo o ingenuo nacionalismo que explotan todos: personajes, medios de comunicación y hasta gobiernos. Para algunos incluso se trata de un complejo de inseguridad, de una suerte de desconfianza de sí misma que tiene la Costa Rica del 2017.

El joven logró el insulto generalizado de cientos y luego -gracias a los medios digitales amarillistas como Crhoy o Tomepalpinto- miles de costarricenses con solo mentir y mentir con ganas. Y ya poco le importa que hablen mal de él, lo importante es que lo hicieron. En todo caso, el fin ya justificó los medios.

Así es, máximas del cómo darse a conocer. ¿O es que aún nos chupamos el dedo pensando que esos desnudos de algunas modelos fueron “descuidos”? ¿O es que aún no entendemos que el éxito de muchos radica en hacer el ridículo más que en convencer por su calidad?

Entonces dirán que yo hago lo mismo: exhibir al tipo que mancilló “la honra y la gloria de la patria”, darle más minutos de fama. Y no, ya no se puede más, todos los medios ya lo hicieron, aquí lo que nos queda es aprender. Sí, aprender de este fenómeno, de esta experiencia socio-cultural del ser tico, o del ser costarricense, si lo prefiere.

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Comprendámoslo así en sencillo: cada vez que usted comenta un post -aunque sea para insultar o descalificar al otro- está mejorando su posicionamiento en la red social Facebook. Entre más likes y comentarios hay, el algoritmo de Facebook lo hace más visible para cientos más de personas. Es decir, su deseo de herir se convierte en bumerán, porque más bien le está ayudando en la propagación de sus criterios.

Y nosotros, los costarricenses tan idiosincráticos que somos, no soportamos que nos digan nada feo, que nos digan que no y mucho menos que nos toquen ese ingenuo ego patriótico que nos tenemos. Y los nicaragüenses también tienen el suyo.

Decía Isaac Felipe Azofeifa y no lo olvido: “el costarricense sufre pueril satisfacción de sí mismo”. En coloquial: los ticos somos unos engañados. Nadie puede negar las bendiciones que han tocado a este país y de los grandes personajes que construyeron la paz y que aún construyen los mejores indicadores que nos mantienen en los primeros lugares de una buena cantidad de rankings mundiales, como aquellos que reflejan que somos “el país más feliz del mundo”, el “de la gente más amistosa”, o el que reconoce nuestro esfuerzo conservacionista y nuestros parques nacionales y nuestra biodiversidad, entre otros. Innegable, pero objetivamente en gran riesgo.

El costarricense actual -en buen tico- raja de lo que tiene, pero no de lo que se ha ganado. Más gente tira basura en santuarios naturales y playas, más gente es amargada y vive odiando en redes todo lo bueno, más gente es no servicial y carece de humildad, más gente es inútil e incapaz de hacerlo bien, más gente tiene apatía por el país y prefiere explotar sus recursos sin pensar en el futuro. Es la verdad.

Y entonces ves a esos mismos que tiran basura en las calles del país, de repente, insultando a un nicaragüense que habla mal del país, como si él hiciera algo para ganarse lo que tiene. He aquí el meollo de todo este asunto. Aparte de ingenuos porque le obsequiamos sus días de fama a quien nos insulta, defendemos muy machitos de palabra algo que no estamos en capacidad ni voluntad de defender con los hechos que realmente importan. A pesar de ser un país de paz, los costarricenses no hemos aprendido que la tolerancia y el respeto es el camino de la paz, y la mejor convivencia. Hoy muchos sacan, detrás de las redes, su ego engañado, y con él son víctimas de medios de comunicación, de personajes de tercera categoría con astucia y hasta de políticos al estilo Trump (populistas como Juan Diego Castro, por ejemplo).

Detrás de ese comportamiento hay un componente de ignorancia: no sabemos, ignoramos, que detrás de nuestra ira nos están manipulando, nos están llevando para donde quieren algunos. Es como aquella técnica de lucha donde te estimulan al desgaste y cansancio posterior para, luego, con tu propia fuerza, liquidarte. El costarricense es entonces víctima de sí mismo.

La tan manoseada xenofobia es un síntoma de esto que hablamos. Es la expresión de nuestra ignorancia, de nuestro rechazo -por miedo también- del otro, de sus diferencias. Es el síntoma de cómo nos sentimos amenazados por los otros y reflejamos nuestra propia inseguridad. Somos un pueblo inseguro, porque en el fondo sabemos que no nos estamos ganando -generalizo claro- el país que tenemos, el país que nos han legado. Es decir, en buen tico: nos gustan las más maduritas.

Y es el tiempo de que los costarricenses demos un paso hacia adelante, que evolucionemos. Y para eso se necesita una reforma cultural en nuestro pensamiento, digámoslo en jerga moderna: “es hora de que cambiar el chip cultural”. Y cuando hablamos de cambios culturales, hablamos de cambios que van desde nuestro hábitos cotidianos hasta nuestra visión de mundo. Empoderarnos, trabajar para merecer y ser beneficiados por nosotros mismos, en lugar de seguir siendo víctimas de nuestra ingenuidad tercermundista.


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