7 de junio de 2023

Coyol, cumbia y Covid: el ascenso a ‘Primera’ sin mascarillas

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Crónica de cómo actuó Nicoya en el contexto de su eventual ascenso a la primera división del fútbol costarricense.


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Nicoya. Por Aaron Chinchilla- El partido de ida por la final de Segunda arrancaba a las 11 am del domingo. Sin embargo, los encuentros comenzaron la noche anterior.

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El campo de juego no era el Estadio Chorotega de Nicoya, sino la plaza frente a la iglesia colonial de esta ciudad guanacasteca.

No eran 22 jugadores en el campo. Eran más de medio centenar de jóvenes en apariencia sanos, que se reunieron a tomar y disfrutar el ambiente cálido de las noches de la pampa.

Claramente, uno no puede tomar cerveza con mascarilla. Era una noche de fiesta con olor a tabaco, mangos aplastados contra la acera, marihuana y cerveza.

No había brisa. Todo transpiraba el típico bochorno quieto y sediento del Guanacaste de la bajura que invita a cantar y beber, como si el mundo no se estuviera acabando.

Aquí, el Covid-19 es  lo menos importante: Mientras el Ministerio de Salud reportaba 368 casos activos y al menos 37 fallecidos en Nicoya, las ilusiones del pueblo se enfocan en el retorno de su equipo a la primera división, todo un anhelo.

De cuando en cuando, la Policía hace ronda en los alrededores del parque, sin mucho afán por poner a caminar a los clientes de las bancas. Pasadas las 11:30 de la noche, el ambiente ya es fiesta: van y vienen con sus six packs de la licorera ‘Los Cartagos’ o del chino más cercano.

La alcahuetería es obvia. Aquí beber licor en vía pública no parce problema. Y no falta quién dice que el alcohol es bueno para atacar al covid.

El chino del centro tiene la cortina levantada fuera de horario, por lo que al acercarse la patrulla, la cortina baja. Cuando pasa la patrulla, la cortina sube y el local se abre de nuevo. Ábrete, ciérrate.

No faltaron cumbias, coyol para quien quiera, cacique, gritos y un borracho que clamaba a los cuatro vientos: ¡guaro, matáme hijueputa!’

La noche fue larga y bulliciosa en Nicoya.

Todo estaba servido para que la Asociación Deportiva Guanacasteca (ADG) jugara a la mañana siguiente contra otro histórico del fútbol costarricense: el Puntarenas Fútbol Club.

Domingo de final

‘Hermanos, oremos por los que están en una cama por la enfermedad del Covid y por los trabajadores de la salud de nuestros hospitales’.

El cura, un tipo regordete y con rasgos de ser candidato a complicaciones por covid, empezó a dar misa a las 7 am, cuando la mayoría de los fiesteros apenas empezaban a despertarse con la resaca amarrándoles los ojos.

La oración del sacerdote no era menor: La noche anterior, la Caja Costarricense del Seguro Social reportaba que no había camas para tanta gente internada, decenas ya se encontraban en espera de un espacio y la situación se agravaba por el alza de casos Covid en el país.

Desde el 27 de abril, la cantidad de camas UCI ya había rebasado la capacidad y el recurso humano con que cuenta la institución. Incluso, la misma gerencia médica admitió que en 80 años, la CCSS nunca había tenido un escenario tan complejo, por lo que era urgente que se declarara una alerta roja.

Y a pesar del escenario apocalíptico, el mismo párroco entonaba (irónicamente o no) un “podéis ir en la Paz del Señor”, seguido de un “¡Viva ADG!”, acompañado por el aplauso de los feligreses.

Iglesia San Blas Nicoya
Foto: Aaron Chinchilla.

El ambiente de final de pueblo se sentía en las calles, y a menos de una cuadra, la música alegraba la pampa; cerca de un centenar de aficionados a las afueras del Estadio Chorotega calmaban sus ansias con cerveza, fría, dorada y en teoría, libre de todo mal, aunque también había agua de pipa y caldosas.

ADG, ADG, gritaba la cofradía roja y verde a las afueras del Estadio donde nadie, nadie podía decir que estaba a 1.80 metros de cualquier otro ser humano.

En tanto, un puñado de camisetas naranjas, las del Puerto, lideradas por un regidor municipal, retaban a la localía.

“Tenemos esperanza e ilusión de ver a Puntarenas en Primera División. Mientras nos cuidemos  y se guarden las medidas del Ministerio de Salud, podemos hacerlo. Hay que tratar de no estar en aglomeración. Podemos seguir la vida con estas medidas”, decía el regidor Miguel Monge Morales.

Las palabras del regidor contrastaban con los datos del Ministerio de Salud en la ‘Perla del Pacífico’: 1198 casos activos y 86 fallecidos, además del colapso del ruinoso Hospital Monseñor Sanabria. 

De acuerdo con Monge, en Puntarenas, los aficionados se reunirían a observar el partido en pantalla gigante, ‘siempre guardando las medidas’.

“Va a haber una samba y la gente va a ver el partido en el Paseo de los Turistas”, agregó.

El reloj marcó las 11 de la mañana.

En la cancha, el árbitro dio el pitazo inicial.

Veintidós jugadores corrían detrás de una pelota. Ellos sí podían andar sin mascarilla.

Afuera del estadio, las cortinas de los bares se levantaron y en un pestañear, las botellas volvían a destaparse.

Decenas de aficionados se subían a los techos de sus automóviles para intentar ver el partido, mientras otros, “con mejor suerte” agarraron ‘palco’ en techos aledaños.

Y aunque el sol golpeaba a los que la noche anterior tomaron guaro, nadie quiso quedar en sus casas: pitos, banderas y gente alrededor del estadio no faltó.

Al final de noventa y tantos minutos, el resultado terminó con un empate a dos goles. Todo se definirá en el estadio Miguel ‘Lito’ Pérez, mientras en los hospitales de Guanacaste, Puntarenas y todo el país, pacientes y médicos se juegan un partido que, hasta ahora, pareciera ir perdiéndose y por goleada.


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