Costa Rica necesita un estadista, no un gerente autoritario ◘ Voz Propia
Costa Rica necesita un estadista, no un gerente, porque ni Costa Rica ni ningún otro país es una simple empresa. Ni la organización de una empresa, que ocupa un gerente, es similar a la organización de un país. Ni siquiera todas las empresas tienen el mismo estilo de organización.
¿Por qué Costa Rica necesita un estadista?
En las Ciencias Políticas* sabemos con certeza que un país necesita un político estadista, es decir, un líder que se encargue del estado y -desde ahí- del país en su amplitud de dinámicas y actividades desde el Poder Ejecutivo. Un país también necesita un demócrata que comprenda al sistema político que es mejor para cualquier sociedad.
Porque resulta que tampoco los ciudadanos de un país son empleados contratados para realizar un trabajo al mando de uno o más jefes de manera directa, como en la empresa. NO, los ciudadanos no son empleados, son personas con derechos y deberes, quienes más bien son los jefes de sus líderes políticos. Y para que esa jefatura democrática funcione se necesitan los diferentes espacios políticos de representación y participación que la legalidad y la institucionalidad puedan crear.
Por esas razones, un presidente NO es un gerente, ni tampoco requiere un “estilo gerencial”, porque el gerente ordena, impone y gerencia una empresa según una línea vertical -porque paga para hacerlo-, pero no es así en un país, donde hay normativa, división de poderes, instituciones creadas y derechos irrenunciables (como los humanos).
Y todo este conocimiento ha costado mucho sudor, dolor y muerte tanto a nuestro país como a la humanidad. A estas alturas ya no se puede seguir jugando a la prueba y error.
Concentración del poder
De tal manera que hablar de un “estilo gerencial” para excusar la CONCENTRACIÓN Y CENTRALIZACIÓN DEL PODER en pocas manos, no es más que una argucia, una trampa discursiva, para ocultar que detrás de eso lo que realmente se quiere es mandar y disponer de los recursos de manera AUTORITARIA y, posteriormente, de manera dictatorial. El gerente puede ser autoritario y dictatorial, en una estructura de mando vertical, PERO EL ESTADISTA DEMÓCRATA NO, porque se encarga de una estructura horizontal, donde todos son ciudadanos y tienen un voto de igual valor, pero donde todos tienen derecho a participar hasta donde les sea posible.
Fundir instituciones o entidades cuando hay duplicidad de funciones y desperdicio REAL de recursos puede ser una medida muy valiosa, pero cuando esa fusión lo que pretende es concentrar el poder en una figura, como un ministro o jerarca cualquiera, y eliminar la participación ciudadana eliminando los contrapesos democráticos, no es más que una medida para centralizar el poder de manera autoritaria y dictatorial. Y esa manera implica eliminar espacios políticos de representación y participación de la ciudadanía, es decir, eliminar la democracia más importante que un sistema tiene, la directa.
Cuando un presidente se define gerente para justificar que en realidad quiere ser autoritario dictador de las decisiones que un país debe tomar, claramente está enviando una señal de peligro para la estabilidad social de una nación. El sistema de pesos y contrapesos de la democracia existe por razones fundamentales que NO son antojadizas, como evitar que las personas concentren poder, porque el poder puede corromper y el poder absoluto puede corromper absolutamente.
No se combate la corrupción con autoritarismo e imposición del criterio de un grupo, sino con el concierto y el consenso de todos (o la mayoría) de los grupos que luchan y realmente quieren un mejor país, una mejor nación y una sociedad tanto estable como saludable en todos los sentidos.
No existe en política el tal “estilo gerencial”, el estadista debe comprender que “administra” una democracia, un país, donde no solamente la economía es importante y no solamente el trabajo define lo que son las personas, los seres humanos, sino que trasciende más allá de eso, con temas como educación, salud, cultura, bienestar social, ambiente, energías, agricultura y otros más.
Hay tres casos, por ejemplo, donde el presidente Rodrigo Chaves hace un intento en la concentración y centralización del poder: el proyecto para fundir las instituciones de vivienda (no tiene buen ambiente en el Congreso), el proyecto para fundir varias instituciones en el Minae (recién dictaminado positivamente), así como los cambios en órganos del ICE con respecto al modelo eléctrico costarricense.
Es más, incluso en los últimos tiempos se busca que las empresas sean más un equipo democrático, uno de potencie a todos sus empleados animándolos a ser parte de la empresa y ponerse la camiseta, no solamente como empleados que mandar un gerente dictador (que puede ser muy arbitrario). Incluso la gerencia empresarial quiere ser democrática y participativa, ¿entonces por qué seguir en política con ese modelo retrógrado del presidente autoritario, del político paternalista y macho que manda porque tiene el poder de hacerlo? ¿Testosterona retrógrada?
El retroceso es evidente, uno siente como que volvimos a los años ochenta, donde estos temas estaban en la palestra y había que educar al pueblo sobre la importancia de la paz, de la democracia, del respeto al derecho ajeno y la política como una forma para conseguir el bienestar de las personas. Pero que además había que educar al pueblo para alejarlo de las amenazas que significaban dictaduras cercanas y regímenes autoritarios como Noriega en Panamá o los Somoza en Nicaragua, enseñarle el camino correcto que Costa Rica había seguido después de 1948.
Entre los ochenta y los noventa se conversaba sobre los proceso de democratización en Centroamérica y cómo la democracia costarricense aún era inconclusa. Hoy pareciera como aquellas décadas lejanas nos atraen con una suerte de magneto y nos recuerda que ha costado muchísimo construir el Estado Social de Derecho que hoy presumimos, que teníamos por sentado, pero que hoy se percibe bajo amenaza por el eufemismo de un “estilo gerencial”. Ese Estado Social de Derecho que, además, nos puede salvar de esa misma amenaza.
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*El autor es politólogo, educador y escritor.