Costa Rica: Bares, fútbol, iglesias y fiestas sí, ¡pero libros no! ◘ Voz propia

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Como ustedes sabrán, en Costa Rica una iglesia ya puede reunir hasta 300 personas -desde el 10 de mayo pasado-, sí, puede aglomerar hasta 300 personas y un bar (no clandestino) puede reunir aforos de hasta 50% de su capacidad. ¡Un bar!

Usted o yo podemos hacer una boda o una reunión social con hasta 75 personas si se siguen un plan de distanciamiento. Incluso, si es una actividad académica se pueden reunir hasta 150 personas. ¿Qué es un feria o festival del libro si no una reunión académica?

Desde hace semanas se viene hablando de un protocolo para retomar el ingreso a los estadios de fútbol y ayer se anunció que está muy avanzado, de manera que pronto tendremos gente gritando improperios y aglomerándose -será inevitable- en los estadios.

Y no es de extrañar, porque en Costa Rica “el que no llora, no come”. Desde al año pasado el ICT y el Ministerio de Turismo presionaron para lograr aperturas en hoteles, restaurantes y otros espacios. Todos los ministerios han logrado aperturas graduales y significativas para recuperar su activación económica, pero el margen de maniobra del Ministerio de Cultura y Juventud lamentablemente ha sido muy estrecho. Muy tarde se logró volver al teatro y otras escenas, con aforos limitados y serios inconvenientes para poder transitar por la restricción vehicular.

Es decir, todos los espacios se abren a los grupos de personas cada vez más y más, ¡pero resulta que este año no podremos tener una Feria del Libro “por incertidumbre” ante la situación de pandemia! Sí, así es, podemos tener bares desde el año pasado, cultos hasta rebosar el templo, bodas y fiestines de todo tipo, e incluso reuniones de orden académico, pero según la Cámara Costarricense del Libro (CCL) no se puede organizar una feria librera este año.

Pero esa no es la razón de fondo, todos en el medio literario del país sabemos que las relaciones de la Cámara con el Ministerio de Cultura y Juventud no son las deseables -por decirlo bonito- para co organizar de nuevo una feria que, de paso, funciona por inercia. Ya vendrá en 2022 otra administración, pensarán las autoridades libreras del país mientras tanto.

En palabras de don Óscar Castillo, quien ha sido director ejecutivo y presidente de la CCL, existe “incertidumbre” para producir este año el evento que, resulta bastante claro, el público lector extraña mucho.

Y no extraña que las relaciones sean tirantes, malas o -al menos- insuficientes con la administración de la ministra Sylvie Durán, cuando desde el inicio de su mandato el libro ha sido cercenado de la programación oficial de la cartera de Cultura. El Centro de Producción Artística y Cultural de esta administración, al mando de la intransigente y autoritaria Ada Acuña, deja un legado francamente despreciable: el libro fue excluido de los festivales de las artes, la desaparición de “Enamorate de tu ciudad” que tenía espacio ferial y el cierre de otras vitrinas. (Continúa más abajo…).

“Para el libro está la feria del libro”, nos dijeron a los editores y literatos. Pero ahora resulta que se despiden con la eliminación de ese espacio también. ¿Y el presupuesto para este evento? Algo se inventarán para repartirlo entre espacios virtuales insulsos y contrataciones dudosas, mientras los libros se pudren en las bodegas o sencillamente no se imprimen ni se divulgan ni se leen…

Ni la Cámara del Libro, que ahora dice que hará un festivalito librero en los locales de sus socios, ni el Ministerio de Cultura y Juventud, están haciendo la tarea social y cultural que deben hacer. Que la Cámara diga que no hará la feria por incertidumbre ante la pandemia, cuando se abren estadios de fútbol, bares y cultos, refleja claramente apatía por comprarse una bronca: tener que lidiar con un Ministerio de Cultura que no tiene deseos de hacer su trabajo en este campo. No hay más, díganlo con franqueza, porque a todos nos parece bastante claro.

La CCL ideó el festivalito para seguir experimentando y complacer, de alguna manera, a sus agremiados más grandes, porque quienes no tienen locales (las librerías grandes) pues poco podrán hacer, pero además quienes no están agremiados a esa entidad (el 99% de la producción mediante pequeños emprendimientos del libro costarricense) pues no estarían incluidos (y el ministerio ni considera eso). No entiendo cómo a la CCL no le sirvió de experiencia el fracaso comercial de la feria virtual que se inventaron el año pasado.

El sector o gremio del libro y la literatura vive una orfandad impresionante. Somos como el Marcos Ramírez del barrio, tras de que nos encanta el pleito, la bronca y nos jalamos tortas a cada rato, pues tampoco tenemos una guía y orientación para salir adelante.

En serio, yo sigo sin entender cómo en dos gobiernos de presidentes escritores, cultos y amantes de la literatura y los libros (uno fue mi profesor y otro colega escritor) hemos tenido la más deficiente y limitada política hacia el libro en décadas. Es que sencillamente no puedo creerlo, me parece paradójico, inaudito, inverosímil, qué sé yo, de realismo mágico…

¡Que viva la fiesta y que viva el vacilón, que viva el culto y que viva el futbol, que para los libros vamos abriendo el panteón! (Hasta en rima me salió). ¿Cómo diantres un país, con una visión tan pobre de artes y cultura, puede aspirar a mejores cosas?


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